Wednesday, January 25, 2006

Neruda

No te amo como si fueras rosa de sal,
topacio o flecha de claveles que propagan el fuego:
te amo como se aman ciertas cosas oscuras,
secretamente,
entre la sombra y el alma.
Te amo como la planta que no florece
y lleva dentro de sí, escondida, la luz de aquellas flores,
y gracias a tu amor vive oscuro en mi cuerpo
el apretado aroma que ascendió de la tierra.
Te amo sin saber cómo,
ni cuándo, ni de dónde,
te amo directamente sin problemas ni orgullo:
así te amo porque no sé amar de otra manera,
sino así de este modo en que no soy ni eres,
tan cerca que tu mano sobre mi pecho es mía,
tan cerca que se cierran tus ojos con mi sueño

Soneto XVII





El 12 de julio del pasado 2005 celebramos el centenario del nacimiento de uno de los poetas más importantes de latinoamerica, el chileno Pablo Neruda, honrado con el Premio Nobel de literatura en 1971. Neruda le cantó a Chile, a España en plena Guerra Civil, a Macchupicchu, a la cebolla, a la sal, a la sandía, al sol, al mar, a los calcetines, a la tortuga, a Miguel Hernández, a Rafael Alberti, a Nazim Hikmet, a los desesperados del mundo; pero sobre todo al amor, a su amor.

Sin duda, la musa inspiradora de los versos más conmovedores y apasionados que la exhuberante pluma de Neruda escribió fue Matilde Urrutia, su tercera y última esposa. ¿Quién no se ha estremecido de amor al leer el melancólico y quizás por eso tan hermoso poema 20 de; “Veinte poemas de amor y una canción desesperada” ? ¿Quién no le ha agradecido secretamente a Neruda por haber facilitado con su magnífico talento lírico la dinámica de muchos romances?

A Matilde Urrutia; la “Chascona de Chillán”, “el amor de otoño” de Neruda, su misteriosa “Rosario de la Cerda” en los Versos del Capitán, su “diadema”, la bienamada de los Cien Sonetos de Amor, Neruda le dice:
Señora mía muy amada:

Gran padecimiento tuve al escribirte estos mal llamados sonetos
y harto me dolieron y costaron,
pero la alegría de ofrecértelos es mayor que una pradera.
Al proponérmelo bien sabía que al costado de cada uno,
por aficción electiva y elegancia,
los poetas de todo tiempo dispusieron de rimas
que sonaron como platería cristal o cañonazo.
Yo con mucha humildad hice estos sonetos de madera,
les di el sonido de esta opaca y pura substancia y así deben llegar a tus oidos.
Tú y yo caminando por bosques y arenales,
por lagos perdidos, por cenicientas latitudes, recogimos fragmentos de palo puro,
de maderos sometidos al vaivén del agua y la intemperie.
De tales suavizadísimos vestigios construí con hacha,
cuchillo, cortaplumas, estas madererías de amor
y edifiqué pequeñas casas de catorce tablas
para que en ellas vivan tus ojos que adoro y canto.
Así establecidas mis razones de amor te entrego esta centuria:
sonetos de madera que sólo se levantaron porque tú les diste vida."
Y sin decir más, Neruda ofrece este compedio de textos enumerados del I al C y dedicados exclusivamente a Matilde, su amor, su eterna.
Cuando yo muera quiero tus manos en mis ojos:
quiero la luz y el trigo de tus manos amadas
pasar una vez más sobre mí su frescura:
sentir la suavidad que cambió mi destino.
Quiero que vivas mientras yo, dormido, te espero,
quiero que tus oídos sigan oyendo el viento,
que huelas el aroma del mar que amamos juntos
y que sigas pisando la arena que pisamos.
Quiero que lo que amo siga vivo
y a ti te amé y canté sobre todas las cosas,
por eso sigue tú floreciendo, florida,
para que alcances todo lo que mi amor te ordena,
para que se pasee mi sombra por tu pelo,
para que así conozcan la razón de mi canto.
Soneto LXXXIX

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